Con total seguridad, el manejo de la conducta agresiva es la asignatura mas compleja dentro de la modificación de conducta, especialmente cuando trabajamos con animales.
La agresión debe ser entendida como una estrategia, muchas veces incorrecta, que los individuos realizan para acceder o proteger un recurso, disputar ante un oponente sexual, defenderse, como respuesta redirigida del dolor o la frustración, o como una práctica juvenil que pone a prueba las capacidades del individuo para sobrevivir en un combate y salir airoso.
Entender la agresividad como una condición, siempre nos llevará a error y es el motivo del fracaso de muchos intentos de modificación de conducta.
Si bien la agresión resulta imprescindible para la supervivencia en el medio salvaje, grandes dosis de agresión, incluso en ese medio, no resultan siempre muy adaptativas.
Si analizamos la conducta agresiva desde su parte clásica y desde la operante podemos sacar algunas conclusiones:
El sumatorio de estos estímulos condicionados, y sobre todo las respuestas de excitación que estos generan, suelen construir el estímulo discriminativo de una respuesta operante, gran parte de las veces mediada por un reforzador negativo.
Desde un punto de vista clásico, en nuestro análisis funcional debemos extraer cuales pueden ser los estímulos condicionados que generan cambios en el individuo .
Una vez detectados, deberíamos utilizar un contracondicionamiento, revertiendo el proceso y asociando cada uno de estos estímulos a contextos y sensaciones apettivas, ya sea utilizando comida u objetos que generen respuestas contrarias a las de pre- agresión
Paralelamente, y una vez iniciado este proceso de contracondicionamiento podemos intervenir desde la parte operante generando respuestas alternativas o incompatibles con la agresión, una vez estos estímulos esten presentes y antes de que se generen las conductas agresivas.
Para ello, deberíamos poner al animal en momento de conducta y tras la presentación de los Ec dirigir la respuesta hacia otro comportamiento que devengue un reforzador alternativo y positivo; transformando las conductas e intentado conseguir que los discriminativo adviertan de que un reforzador positivo esta disponible, y no así el negativo que operaba antes.
Tenemos la tendencia a ignorar en exceso la conducta adecuada y a fijarnos en las inadecuadas . ¿Cuantas veces el animal o la persona ha estado en ese contexto y no ha agredido? ¿Cuantas horas pasa al día sin generar conductas agresivas ? ¿no deberíamos reforzar aquellas conductas adaptadas, de tal manera que por incompatibilidad eliminen las inadaptadas ?